Recordando al pintor oaxaqueño Rodolfo Morales

El pasado 16 de Noviembre Morales montó una exposición a propósito de sus 50 años de vida artística, pero el martes lo sorprendió la muerte, a las 20:30 horas, en un hospital privado de la ciudad de Oaxaca, donde se restablecía de una gastroenteritis infecciosa.

El artista de cuadros mágicos y colores festivos, quien padecía cáncer en el páncreas desde hace varios años, nació en Ocotlán de Moleros el 8 de mayo de 1925 y realizó sus estudios en la Academia de San Carlos (1948-1953), por lo que fue testigo de las luchas contra la ideología de esa casa de estudios. El tampoco compartió los postulados de la misma, así que decidió alejarse y buscó refugio en la intimidad de su estudio y en su arte.

En 1992 constituyó la Fundación Cultural “Rodolfo Morales” para contribuir a conservar e incrementar la cultura artística de Oaxaca, mediante la instalación y funcionamiento de uno de los centros de estudios que promueven la divulgación de las Bellas Artes.

Las cenizas del artista oaxaqueño fueron depositadas ayer en el Templo de Santo Domingo, en Ocotlán de Morelos. (NTX)
En 1997, Héctor León Diez entrevistó a Rodolfo Morales (1925-2001). Retomamos ahora aquella conversación como homenaje al gran artista oaxaqueño.

En la década de los 70 Rodolfo Morales (1925, Ocotlán de Morelos, Oaxaca), fue descubierto por Rufino Tamayo. En 1975, cuando ya llevaba 25 años en la pintura, exhibió por primera vez en la ciudad de México. En San Carlos, artistas como Anguiano y Nishizawa “se reían de mi trabajo”, recordó en entrevista con Crónica, aunque años después su obra se cotizó en San Francisco y Nueva York. “Ahora me da mucho orgullo —agrega Morales—, pues nunca copié a nadie ni me incorporé a la Escuela Mexicana de Pintura. Quería ser yo mismo, nunca me interesó el éxito, pero aprendí a utilizar el dinero”.

—Hay un sentido muy juguetón en sus collages, como una especie de universo infantil que se descubre en cada uno de sus cuadros.

 —Así es, me gusta que me lo diga. Hay infancia, magia y sueños en mis cuadros. Así me salen y es lo único que sé hacer.

—¿Cómo llegó al collage?

 —Lo hacía desde niño. Se me ocurrió pegar papeles y pintar sobre los papalotes de papel de china. Después, ya en México, descubrí a Chucho Reyes que hacía los mismos temas que yo, y me dio miedo parecerme a él, pues yo no perseguía el éxito sino simplemente ser yo mismo. Así dejé los pocos papeles que hice con anilinas y, poco a poco, fui descubriendo telas, encajes, etiquetas, listones, y dejé de emplear la pintura y los bocetos. Casi como jugando me salían los collages. Aunque he pintado muchos óleos y varios murales, con el collage me divierto más.

“La seguridad como pintor —prosiguió Morales— me la dio Rufino Tamayo, que me consiguió en 1975 mi primera exposición en La Casa de las Campanas de Cuernavaca, y poco después me llevó a México. Sus amigos creían que era un pintor improvisado, no sabían que ya tenía 25 años de estar pintando”.

—¿Qué piensa del éxito?

 —Ahora lo estoy gozando, pues todo lo que gano lo empleo en restaurar los templos que tienen interés artístico, algo que me da mucha satisfacción. Estoy restaurando ocho iglesias del siglo XVI y espero poder restaurar más. Por eso necesito mucho dinero.

—¿Se considera un autor barroco?

 —Cuando descubrí el templo de Santa María Tonanzintla, y después, cuando descubrí a María Izquierdo, me dije “por aquí va mi camino”. Izquierdo me enseñó a no tenerle miedo a lo popular y a opinar diferente a lo que decían los maestros de la Academia Mexicana de Pintura. Sentí que María estaba muy lejos de lo que me decían los maestros. Y las cúpulas de las iglesias de Tonanzintla y de Xochimilco me dieron la clave para mi trabajo: aprendí que no eran perfectas, como mi trabajo.

Lo que emociona a Morales es la arquitectura, incluso antes de aprender a “gozar la pintura de otros artistas”. El artista recordó que Antonio Rodríguez fue el primero que lo consideró “un pintor barroco”. Tal vez fue el único que entendió su pintura, pues Anguiano y Nishizawa se rieron de sus cuadros.

Ahora a Morales le produce sorpresa y satisfacción que su obra guste: “Me sorprende que guste, y más sorpresa que me la compren”. Sobre los artistas jóvenes de Oaxaca, considera que imitan mucho a Toledo y Tamayo, por lo cual “se van por el camino fácil, tendrían que preocuparse por buscar un lenguaje antes de pensar en vender, luchar por ser ellos”. También reconoce que las autoridades culturales “no se ocupan de mí, nunca me han ofrecido algún museo o el Palacio de Bellas Artes para exponer. Será —comenta con un dejo de sorna— porque los críticos dicen que pinto a la antigüita”.

—¿Le dice algo el fin de siglo?

 —Seguiré pintando igual, sólo seré un pintor del siglo anterior. Nací, viví y pinté en este siglo, como lo hubiera hecho de haber vivido en el siglo XVI, que me hubiera gustado más. Para mí no es importante el cambio del siglo. Creo que nosotros inventamos el tiempo